Análisis del discurso de Rodrigo Eguillor: El prototipo del machista ¿moderno?
El autor de la nota toma uno de los videos de Instagram difundido por el acusado de abusar sexualmente de una joven de 22 años para analizar el relato que esgrime el imputado, reflejando en gruesos intersticios del discursos palmarias cosmovisiones discriminatorias, narcisistas, racistas y, por supuesto, patriarcales. Un prototipo de lenguaje que no es un caso aislado, lamentablemente. Nuevos medios de comunicación, el machismo de siempre.
Por Federico de Marco
Mientras arma un cigarrillo de marihuana, ríe y hace sonidos extraños, comienza su declaración por Instagram Rodrigo Eguillor, imputado por violación, privación ilegal de la libertad y daño.
Acto seguido intenta realizar una suerte de chiste o algo por el estilo diciendo que tiene problemas mentales y que tuvo que ir a una escuela especial. Puede referirse de este modo a las críticas ya recibidas o a una estrategia de defensa o vaya a saber a qué cosa, pero rápidamente se plasma la banalización que hace del tema.
Luego cuenta que lo llamaron para trabajar en la disco Jet, cosa que después se supo era mentira, pues así lo afirmaron los propios dueños del lugar.
De todas formas, no nos detendremos aquí en contrastar verdades y mentiras, ni en tomar partido en la causa judicial. Solamente analizaremos el discurso de Eguillor, muy interesante en lugares comunes de discriminación, racismo, machismo y delirios de grandeza que, lamentablemente, no son un caso aislado.
De los problemas mentales pasa inmediatamente a aseverar: “Me chapo modelos, me garcho modelos, me cojo travas (sic)”. Entonces realiza el enlace con el entramado anterior: “Todo me va bien -continúa- como tengo problemas mentales”.
Luego de varias idas y vueltas, reconoce que está en una causa judicial, y rápido va al tema en cuestión: “Si quieren que les diga la posta, posta, se las cuento; si no sigan hablando y diciéndome ‘violín’ y todo eso”.
Allí empieza a narrar cómo conoció a la denunciante, una joven de 22 años. Según Eguillor fue en Jet: “No me la chapo, nada, me agarré a otra piba”.
Luego indica que la joven le habló: “Me ‘gedea’ por Instagram”.
Allí hace un intervalo para decir que ella “está internada en un neuropsiquiátrico”. Esto fue negado por la familia de la joven, pero más allá de eso, se cristaliza en el lenguaje de Eguillor cierta tendencia, nada original, de tratar de “loca” a una mujer que denuncia abuso.
Y para no dejar dudas, remata: “Está re loca la mina”.
Luego indica en lenguaje soez que tuvo sexo una vez, y después dos veces más con ella. Añade que la joven le pide que él eyacule en su boca y que luego se va a fumar. Hay que tener en cuenta que Eguillor realizó este video supuestamente para demostrar su inocencia en una denuncia por violación. No tendría necesariamente nada que ver el hincapié que realiza en presuntas acciones sexuales y en los detalles. Parece que en realidad le está hablando a semejantes más que a personas interesadas en saber qué sucedió aquella noche del 15 de noviembre pasado.
Vale destacar que todo lo expresa entre risas, deslices neológicos y el armado de un cigarrillo de marihuana.
Acto seguido, comenta que estando en el baño (donde se retiró a fumar, todo según su relato) empieza a escuchar que desde fuera del departamento gritan: “Salvenlá, salvenlá”. “Y digo: ‘No, ya está boludo’, flasheé película”, agrega.
Luego, indica que ve a la joven con parte de su cuerpo colgando del balcón y que él le pide que no se tire.
Después hace una digresión y en tono de burla dice, en respuesta a las críticas que ya venía recibiendo del movimiento de mujeres: “Feminazi, feminazi, con el pañuelito (en alusión al pañuelo de la campaña del aborto legal), son todas unas mogólicas”. No hace falta analizar demasiado esta frase. Incluso en las últimas horas el presidente del Superior Tribunal de Justicia de Chubut comparó a las mujeres que protestan con animales… Es decir, lo de Eguillor no es un relato aislado; allí radica la gravedad. Además, el uso de “mogólicas” como ofensa ya ilustra de cuerpo entero a quien lo emplea.
Asimismo, retoma el relato del supuesto intento de suicidio, comenta que no la podía sacar del balcón, y que ella tenía más fuerza que él “debido a la adrenalina”, y allí muestra su brazo en el video como queriendo presentarse como musculoso.
Entonces sentencia: “Yo la salvé. La policía me decía: ‘Flaco vos sos un héroe’”. Y añade: “Si yo no estaba ahí, la mina moría”. Lo que no explica es el porqué de toda la situación. Sólo sostiene que la joven “está re loca”.
“Todas las larvas que me están acusando, si hubieran estado ustedes, que tienen cero músculos, la mina se moría”, indica, entre una mezcla de desvaríos e hiperbolización de las mancuernas, las barras, los dorsales y los bíceps. ¿Podría entenderse que quienes lo acusan a Eguillor no deberían hacerlo, en realidad, si no tienen músculos marcados? Es complicado de entender, y no por qué el acusado sea Hegel o Nietzsche sino porque sorprenden sus rizomáticos enlaces de oraciones, temas, la repetición de latiguillos (como por ejemplo: “tipo”, “nada”, “bueno”) y los abruptos e inconducentes cambios de tramas seudoargumentativas.
Con el ingreso de la policía y bomberos termina el relato, pero el video continúa 10 minutos más, donde Eguillor se sigue mostrando en todo su repertorio ideológico.
“La mina me mintió, me dijo que vivía en San Telmo, pero cuando leí la causa vi que vivía en Ituzaingó; era una negra que me quería sacar guita, bah, que quería no, que quiere sacarme toda la guita”, asevera.
El hecho de vivir en Ituzaingó convierte a uno en delincuente para Eguillor, y aprovecha para enlazar la causa judicial con una supuesta pretensión de la denunciante: 'Me acusa para sacarme dinero'. Lo de “negra” no es más que otro condimento al relato discriminador, racista, que cristaliza la aprofobia y el machismo.
Vale recordar que el imputado es hijo de una fiscal de ejecución penal. Se trata de Paula Martínez Castro, que se desempeña en Lomas de Zamora, en ese conurbano que parece que tantos traumas y prejuicios le acarrea a Eguillor.
El video sigue, y el denunciado asevera: “Acá estoy, todos ustedes me están bardeando al pedo. Yo la salvé, me estoy fumando un porro, y ahora voy a poner un tema (musical)”. Con una exagerada calma, Erguillor trata de mostrarse libre de toda culpa y cargo.
Después, al leer comentarios de sus seguidores en Instagram, señala: “Las feminazis están de moda”, pero intenta aclarar: “Mi hermana es feminista, es más, yo estoy totalmente de acuerdo (allí corta el relato pero parece indicar que está de acuerdo con algunos reclamos de las mujeres, que dentro de su discurso no es más que el cliché de “yo tengo un amigo judío”). Y a continuación dice que con sus 5 novias “sumadas a las pibas que me chapé y me garché en mi vida” con ninguna "tuve problemas”. Eguillor repite a menudo en el video que estuvo con muchas mujeres: “Las minas que me garché”, difuminando un dejo denso de cosificación que se hace verdaderamente insoportable, además de trivial.
También reitera la cuestión como si eso lo exonerara. Sucede que, como tantos otros, Eguillor parece querer tener en mente a una imagen del violador o el abusador como lo muestran las películas de Hollywood. Es cierto que no se trata allí de una mera ficción, existen los violadores seriales y demás, pero hay abusos que hasta hace muy poco estaban invisibilizados, y hasta legitimados, y que la gran lucha del colectivo de mujeres han puesto de relieve. Como se desprende de Hannah Arendt en su 'Eichmann en Jerusalén', la banalidad del mal consiste en que "al mal" no lo perpetran monstruos como solemos ver TV. Y hoy existe un grito muy fuerte de las mujeres denunciando todas estas cuestiones, hasta las microfísicas machistas, y han ganado terreno, pero Eguillor (que lamentablemente no es el único) demuestra que aún resta camino de lucha por recorrer.
Esto trae a colación otra frase desafortunada, de las tantas del acusado: “Con esta cara de babyface no necesito violar”. Está claro que no ha comprendido nada, y lo deja plasmado en todo el video que dura más de 16 minutos, y no es el único producto audiovisual que ha lanzado el imputado.
Por otro lado, para completar el combo, Eguillor dispara contra su denunciante una vez más diciendo que es un “gato”. Es la acusación de manual: 'Loca, quiere plata y es puta'. Le faltó el "por qué no hizo la denuncia antes".
Pero cuando uno pensaba que no se podía caer más bajo en el pensamiento de pleno Siglo XXI, el hijo de la fiscal asevera: “Ustedes saben que hay varias clases de minas y no estoy prejuzgando”. Menos mal que no está prejuzgando. Y agrega: “Uno se da cuenta cuando mira el perfil (de alguna red social) si es una mina de bien o es una flojita de tanga”.
Luego reitera que la denunciante “estaba mal de la cabeza”, y que, según él, la hermana de la joven le dijo que era depresiva, algo incomprobable.
Después vuelve a afirmar que este año “me garché a millones de minas”. Sí, millones, porque nunca hay que escatimar, como cuando dijo que empezó a salir a los 8 años. Lo inverosímil es el núcleo central del relato de Eguillor, pero es lo menos importante si no estuviera revestido de discriminación y maltrato, algo que ya le valió una denuncia en el INADI.
Por otro lado, indica: “Me pueden hacer millones de causas, y yo voy a estar tranquilo acá en mi casa”. Sin embargo, ya pasó por la Alcaidía III de la Plata tras ser detenido en Ezeiza cuando, según él, se disponía a viajar a España para ver el Boca – River (aunque luego se comprobó que nunca había comprado el pasaje).
Después afirma que tiene ganas de romperle la cara a alguien y dejarlo en terapia intensiva para sacarse toda la bronca, “y ahí háganme una causa por agresiones”, desafía sin dejar de demostrar violencia aunque en algunos pasajes haya intentado ocultarla con significantes vacíos.
No conforme con eso, añade: “Tengo ganas de romperle la cara a todos estos pelotudos, que más que nada son pibas”. Minutos antes había jurado que jamás le levantaría la mano a una mujer. Y eso que el video no es un interrogatorio con “trampas” en el lenguaje ni nada por el estilo. Solito se está mostrando de cuerpo entero tal y cómo es.
Después se auto reivindica como “un pibe de bien, de familia de bien, viví toda mi vida en Canning”, un cliché que suele utilizarse en personas que se creen de una clase social superior al resto.
Por otro lado, reclama: “Piensen un poco, sean inteligentes, yo creo que alguno de todos los imbéciles que hay acá son inteligentes, analicen la situación… Porque si vos me decís: ‘che loco, soy un pibe rarito, un chabón que no tiene facha ni nada que necesito violarme minas’, bueno está bien. Pero como no soy esa clase de pibes, nunca violé en mi vida a una mina”. E insiste: “Todas las minas que me garché y chapé; todos mis amigos y todas mi familia me creen”.
Después comenta que “tuvo promedio de 10 en todo el colegio”. Y sí, por supuesto nadie esperaba ni siquiera un 9.90 de este buen señor y su megalomanía. Para tener promedio de 10 en todos los años de escuela, ninguna de las notas debe ser inferior a 10 en ninguna materia. Fácticamente puede ser posible: quizás estemos ante un Stephen Hawking y no nos damos cuenta.
Acto seguido, pregunta: “¿Me van cara de violador?”. Y se responde solo: “Claramente no”, como si hubiera una cara prestablecida para los violadores; pero eso trasunta también un determinado lugar común muy peligroso en nuestra sociedad que es “la portación de cara”. Según algunas personas, hay gente que es delincuente o violador a priori de acuerdo a su rostro.
Por último, coloca una canción y dice que después va a seguir explicando a través de las redes... Aquí el video, que contiene imágenes lesivas para personas con poca calma.