Quién es Sebastián Vega, el basquetbolista que jugó en Mar del Plata y contó que es gay con una emotiva nota
El deportista de 31 años nacido en Gualeguaychú, Entre Ríos, con pasado en Peñarol y actualmente en Gimnasia de Comodoro Rivadavia; y hermano de Gisela quien integró varios planteles en la Selección Argentina femenina, conmovió al mundo del básquet con un extenso escrito titulado "La verdad nos hace libres" en el que relató que es homosexual y detalló todas las etapas que atravesó hasta poder hacerlo público. "Fueron años durísimos", admitió.
-Por Emir Diamante
La Liga Nacional de Básquet (LNB) tiene partidos todos los días pero por un rato dejaron de ser la principal novedad porque la nota en la que Sebastián Vega contó que es homosexual conmovió al mundo del básquet ya que es uno de los primeros en hacerlo en un contexto donde todavía, aunque cada vez menos, se impone el machismo como es el deporte.
En su carta titulada "La verdad nos hace libres", que compartió a través de sus redes sociales, el deportista de 31 años detalló cada momento de su vida desde que, tal señaló, "estuvo con un hombre por primera vez". Miedos, sentimientos comprimidos, una novia para "disimular", vacaciones a escondidas y el paso adelante de contarle a sus padres primero y amigos cercanos después fueron algunos de los procesos que relató quien actualmente es una de las figuras de Gimnasia de Comodoro Rivadavia y en la temporada 2009-10 de la Liga Nacional (LNB) vistió la camiseta de Peñarol de Mar del Plata, club con el que obtuvo cuatro títulos.
Vega es de Gualeguaychú, Entre Ríos, y muy conocido en el ambiente del básquet argentino porque se desempeña en el máximo nivel desde el 2004 cuando debutó con Central Entrerriano de su ciudad. Posteriormente pasó por el Milrayitas marplatense, Boca Juniors, Quimsa de Santiago del Estero en dos períodos y Libertad de Sunchales antes de fichar con la entidad del sur de Argentina desde donde se animó a contar su verdad, esa que lo liberó y con la que invitó a quienes están en una condición similar a explayarse.
Cuando todavía era juvenil, el entrerriano jugó con la Selección Argentina un Sudamericano, Panamericano y Mundial, entre 2005 y 2007. Años después, el alero que mide dos metros de altura también vistió la albiceleste en el combinado mayor.
La familia de Sebastián, que en 2017 se recibió de Técnico en Relaciones Laborales en la Universidad Siglo 21, es basquetbolera. Su hermana Gisela, seis años mayor, también es jugadora profesional y referente de Argentina durante muchos calendarios en diferentes torneos internacionales.
La nota completa
Me acuerdo del momento con exactitud: yo tirado en la cama, absolutamente a oscuras, mirando el techo en silencio, sin saber qué hacer, sin querer asumir, con la cabeza explotada. Acababa de estar con un hombre por primera vez y no lo podía aceptar. Aquella noche fue una de las peores que recuerde. No solo porque no pude disfrutar nada, sino porque significó un cambio definitivo en mi vida y mis estructuras. Me debatía entre mis deseos de estar con otro hombre y todo lo demás. Sufría, reprimía sentimientos, me sentía en falta. No podía comprender cómo me atraía una persona de mi mismo sexo, eso no estaba bien, eso no era lo 'normal'. Y yo quería ser normal. Fue un momento de quiebre.
A partir de ese día, comencé a reprimir sentimientos y deseos. Estuve de novio con una chica intentando continuar con mi vida heterosexual, pero después de un tiempo las ganas de estar con un hombre volvieron a surgir. Y entonces conocí a quien se convertiría en mi pareja por los siguiente seis años. Eran meses de absoluta confusión personal. Me mentía a mí mismo, negaba la realidad, estaba frustrado, triste. No entendía por qué me pasaba eso a mí, yo quería ser uno más, quería encajar. Quería ser como mis compañeros y amigos. Y me empecé a hundir. Percibía como mi profesión y mi vida personal iban por caminos diferentes al punto tal que llegué a considerar el retiro del básquet, que es lo que más amo en la vida, para dedicarme a algo que me permitiera tener una vida sentimental más tranquila, alejada de la exposición. Realmente no sabía qué hacer.
En aquella temporada (14/15) empecé a lesionarme todo el tiempo. Mi cuerpo evidentemente me estaba gritando que algo iba mal, que tenía que cambiar. Así fue que, tras arrancar terapia, decidí tomar las riendas de mi vida y le comuniqué la novedad a mi familia. No me olvido más: encaré a mi papá y fui decidido a contárselo, con mucho miedo (terror diría), dando por sentado que me iba a echar de casa. Fui preparado para lo peor. No obstante, para mi total sorpresa, su reacción fue de amor. Fue una escena dura, él casi se desvanece mientras le contaba, pero lo aceptó. Tuve que entender que era un proceso para él y para mi mamá. Y lo respeté. Fue un tremendo alivio encontrar respaldo en mi familia, más allá de que les costara asumirlo.
Luego de esa gran prueba superada, un par de años después, pude comenzar a contárselo a mis amigos y amigas de Gualeguaychú. Estaba cansado de tener que mentir, de decir que andaba con mujeres cuando en realidad no era así. A veces relataba que me iba de vacaciones con amigos cuando en realidad me iba con mi pareja de aquel entonces. Qué clase de amistad le daba a mis amigos ocultando todo? No estaba siendo honesto con ellos ni conmigo. Empecé con los más cercanos. Siempre recuerdo que lo hacía llorando. Como si hubiese algo mal. Viviendo eternamente a oscuras por si alguien podía inferirlo, fingiendo soltería. No podía salir del laberinto. Y tenía que hacerlo para volver a ser feliz.
Ya en Comodoro, jugando en Gimnasia, tomé coraje (mucho) y le conté a un gran amigo (Lucas Pérez) todo lo que venía viviendo. Temblando pude decirle que era gay. Su reacción fue súper natural. Al tiempo, junté valor y también se lo pude confesar al DT, Martín Villagrán, quien quedó anonadado pero me brindó contención y afecto. Lo valoré. Más tarde se lo dije al capitán del equipo, Diego Romero, y más tarde a otros compañeros.
Quería y necesitaba sentirme más libre. Había pasado demasiados años en la sombra. Ellos también me respaldaron, me demostraron que no iba a cambiar nada, que las cosas seguirían igual. Que mi orientación sexual no modificaría mi situación personal, lo que yo era (y soy) como personal. Tenía mucho miedo de quedarme sin trabajo. Y en eso los dirigentes del club fueron los primeros en respaldarme. Percibir aquella protección grupal e institucional, me permitió ganar en confianza y estabilidad. Ya no tenía que seguir viviendo en las sobras.
Fueron años durísimos. Años donde llevé una mochila muy pesada sobre mis hombros y no la quería tener más. No quería ocultarme más. No estaba haciendo nada malo, no había matado a nadie. Fueron años agobiantes donde el miedo directamente me paralizaba. Me daba terror que alguien sospechara que era gay. Me volví una persona cerrada. Me aislaba para no tener que dar explicaciones y hasta dejé de hacer cosas que me gustaban para no exponerme a nada. Lloré y me maldije durante muchísimo tiempo. No quería ser diferente. Pero hoy puedo decir que todo ese dolor me fortaleció. Me hizo crecer.
¿Cuál es el objetivo de todo esto? ¿Qué quiero lograr? Lo más importante es poder cerrar una etapa y sentirme libre de una vez. Libre de culpa, de sentirme en falta. Demostrarle a todos, y a mí mismo, que mi profesión y mi vida personal o sentimental pueden ir por el mismo camino. Que puedo ser gay y seguir jugando al básquet con el mismo compromiso que tuve desde que debuté en la Liga. Soy el mismo de siempre. También me gustaría que este disparador pueda ayudar a otras personas que tal vez están o estuvieron en una situación semejante. Ayudar en ese recorrido, para que sea, al menos, un poco más liviano. Menos traumático.
Hoy doy un paso determinante en mi vida. Estoy ansiosos, tengo miedo, incertidumbre, ansiedad, llevo días durmiendo poco y mal. Escribí esta carta con el corazón en la mano. Sé que marcará mi futuro, pero también me permitirá reconciliarme con el pasado. Y caminar con la cabeza en alto. Persiguiendo mi propia libertad.
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