El relato del anti relato: Macri y un Día de la Bandera proselitista
El polémico vallado y un acto para pocos en Rosario. El blindaje mediático, el eufemismo del "cambio de estilo del PRO", y la convergencia con los intereses de otros sectores, como el socialismo, a quienes también les vino bien descartar a los "indeseables". Niños preparados a priori para gritar la consigna de Cambiemos "Sí se puede". El ocultamiento de los manifestantes e incluso de la agresión a un concejal. Todos ingredientes necesarios para un nuevo relato, tan político, doctrinario e intencional como el que profesaba el FpV.
Opinión por Emmanuel Rossi
Periodista de La Noticia 1
"No se puede gobernar con la pura coerción, también hacen falta fuerzas ficticias". Paul Valéry.
"Nosotros no tenemos relato", es una frase que se repite hasta el hartazgo en el macrismo. Esa premisa es el basamento necesario para profesar un nuevo relato: el del anti relato.
Las fuerzas ficticias, míticas, son inherentes a la praxis política. No hay gestión sin discurso de poder que acompañe las prácticas. Es decir, siempre hay un relato.
El PRO, buscando pararse en las antípodas del kirchnerismo (a quien el relato le aparece por contigüidad con una connotación negativa) ofrece ese significante vacío: "No tenemos relato".
Sin embargo, el núcleo de esta tesis quedó al descubierto rápidamente una vez que Mauricio Macri llegó a la presidencia, rodeado de postulados, nociones y contranociones tendientes a avalar políticas: "Sinceramiento de tarifas", "la pesada herencia", "la grasa militante", "los ñoquis", etc., son simplemente algunas frases que sirven de ejemplo sinecdóquico de esta búsqueda hegemónica.
El acto por el Día de la Bandera en Rosario mostró un nuevo capítulo de este relato del anti relato.
Preocupado por las manifestaciones en contra y posibles intentos de escrache, Macri utilizó a su favor nuevamente el colocarse en la vereda de enfrente del FpV. Contra los discursos político-partidarios de Cristina Fernández de Kirchner, el líder del PRO prohibió marchas y pancartas. Contra el Monumento abierto para quien quisiera participar como en años anteriores, valló el lugar, restringió el ingreso y sólo pudieron acceder unos pocos previamente acreditados. Contra los cánticos y el folklore militante, puso a niños de 9 años vestidos de estudiantes a gritar el cliché: "Sí se puede".
Otra impronta, pero igual de política, de ideológica. Otro relato, pero relato al fin, y con el beneplácito no sólo de otros espacios político como el oficialismo local (el socialismo), que así también evitó oír críticas a su gestión, sino, además, de grupos mediáticos, que poco dijeron de la prohibición a la gran mayoría de los ciudadanos de asistir a un acto patrio y sí hicieron hincapié en el eufemismo del "cambio de estilo" impuesto por el PRO en este tipo de eventos.
Ahí está el relato nuevamente, desnudo. Y con una eficacia simbólica tal que hasta logra desdeñar la censura, el vallado, los camiones hidrantes, la represión de gendarmería a manifestantes preocupados por los tarifazos e, incluso, la agresión a un concejal local; y todo ocurrido en un día de celebración…
Para rematar, Macri desde el escenario lanzó la frase, tan ejemplificadora como burlesca: "La Patria la hacemos entre todos".