Inundaciones: Cuando la desidia tiene nombres y apellidos
"Es la naturaleza", suele argumentar el ingenuo o el malintencionado, pero cuando te inundás todos los años hay una responsabilidad del factor humano, social y político. El hogar para un argentino no es sólo un espacio físico, es un espacio simbólico repleto de afecto. Cuando el agua se lleva todo no se recupera más, ni con todo el dinero. Y lo más preocupantes es que en estas inundaciones, que al parecer no serán las últimas, hay 3 personas muertas. La falta de obras u trabajos mal hechos son responsabilidad del poder político en todos los órdenes. No hay que esquivar más el tema. Sin embargo, hay culpabilidad en muchos ciudadanos que, por ejemplo, abren en los campos canales clandestinos y después miran para otro lado. ¿Qué tiene que pasar para terminar con este flagelo?
Otra vez la Provincia de Buenos Aires padece las inundaciones. Parece un destino inexorable, máxime cuando uno ve, como ejemplo, que Pablo Bruera, Intendente de La Plata, donde hace poco más de 2 años murieron al menos 89 personas durante un temporal, volvió a ganar los comicios, a pesar de que en los primeros días de abril de 2013 afirmó que estaba ayudando a los damnificados cuando en realidad estaba de vacaciones en Brasil.
Ahora el territorio bonaerense tiene otra vez miles de evacuados, arroyos desbordados, pérdidas millonarias y tres muertos.
¿Otra vez no hay ningún responsable? El Río Luján volvió a crecer de manera exasperante, como casi todos los años, ¿otra vez nadie lo previó?
Todo el poder político es responsable. Así, con todas las letras. Desde los concejales e intendentes hasta el poder ejecutivo provincial y nacional.
Pero los ciudadanos también tienen obligaciones: Desde hace años escuchamos sobre la apertura de canales clandestinos en los campos, por ejemplo, y sin embargo continúa. El individualismo egoísta genera catástrofes, y la ambición económica también. Un párrafo aparte merecería el modelo productivo sojero que liquida el suelo.
No hay previsión, no hay controles, no hay obras o están mal hechas, no hay trabajos coordinados (por ejemplo, intendentes que culpan a sus pares de "tirarse el agua" de un distrito a otro) y, lo más trágico, no se avizora en el horizonte del corto plazo una solución plausible y definitiva a este problema.
Si no hay una demanda dura y contundente de la población, lo más probable es que esta realidad se repita en el corto plazo.