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Por Emmanuel Rossi (Lanoticia1.com).
Ex nihilo nihil fit.
Tal vez siempre estuvo muerta y no nos dimos cuenta. Pero como decía Kolia Krasotkine en “Los hermanos Karamazov” de Dostoievski, “si Dios no existiera tendríamos que inventarlo”; con la verdad pasa lo mismo. La inventamos, está bien. La verdad es ficción, está bien; siempre lo fue, pero tenía su poder, y por ende, era. Verdad va de la mano con Poder.
Siempre se la ha mellado. También lo sabemos. Los presocráticos lo hacían, desde el homo mensura de Protágoras. Sin embargo, la Verdad, como concepto, como fuerza, como poder, incluso con sus problemas e injusticias, prevaleció. Prevaleció hasta nuestros días.
¿Qué es la posverdad? Algunos dirán que son mentiras hegemónicas y que siempre existieron, pero eso no es la posverdad. Otros le atribuirán su exclusividad y ligazón al advenimiento de las redes sociales porque “el medio es el mensaje”, pero acá también nos quedamos cortos. La posverdad pertenece a un paradigma histórico donde los mythos que venían rigiendo al constructo social se desmoronaron y emergió un relativismo insoportable, del estilo que reza: “Hay tantas verdades como sujetos”. ¡Qué afirmación más siniestra! De los mismos creadores de “el fin de la historia”.
Sin esa base paradigmática, las mentiras hegemónicas y las redes sociales no serían promotoras de posverdad.
De todos modos, debo admitirlo, la Verdad no ha muerto, como reza el título. (Pido perdón por el histrionismo). Nunca podría, porque donde hay poder hay verdad. El problema es que la verdad ha sido sobrepasada por la hipocresía y la tozudez.
“Es de humanos equivocarse, es de necios persistir en el error”, podría ser un apotegma de nuestro tiempo escrito por Cicerón hace más de 2 mil años, sobre todo la última parte.
Hoy existe una resistencia a la Verdad como entidad, muchas veces más fuerte que la Verdad misma. Es la resistencia del credo propio, individual que se colectiviza arteramente para afirmar más la propia individualidad. Es un “creo lo que se me canta, luego existo” mientras busco tesis que refuercen mi dogma, sin importar cuán extrañas e inverosímiles sean.
Los grandes pensadores detractores de la Verdad pretendían deconstruir cierto statu quo para avanzar en otro orden, más justo. Sin embargo, este quiebre actual de la Verdad dio paso a la nada. Y de la nada nada adviene.
Cuando afirmar la propia postura es lo que importa se dificulta la posibilidad de transformación social, y por eso el neomodernismo es tan deletéreo. No generó una Verdad a la cual enfrentar. Simplemente la licuó para licuar el objeto de rechazo.
Difícil tarea entonces, pero ineludible, la de erigir nuevos discursos rectores sobre los que posarse a mirar el mundo y, necesariamente, luego luchar contra ellos en función de la concreción de otros superadores. Y así, ad infinitum…