#NiUnaMenos: La batalla simbólica contra uno mismo
Desde hace semanas, el #NiUnaMenos se ha instalado con fuerza en las redes sociales y en los medios de comunicación. Se prevé que la marcha del miércoles para decir basta a los femicidios será masiva en todas las plazas del país. Existen diversas miradas al respecto, tratando de ir al fondo de la situación, pensando más allá de la mera foto con el cartelito.
Reflexiones, dudas, apuestas y esperanza sobre la marcha del miércoles
Por Emmanuel Rossi
Periodista de La Noticia 1
Todos quieren cambiar el mundo pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo.
Liev Tolstói
Desde hace semanas, el #NiUnaMenos se ha instalado con fuerza en las redes sociales y en los medios de comunicación. Se prevé que la marcha del miércoles para decir basta a los femicidios será masiva en todas las plazas del país. Existen diversas miradas al respecto, tratando de ir al fondo de la situación, pensando más allá de la mera foto con el cartelito.
En ese marco, algunos minimizan la movilización, otorgándole el mote de "moda", otros directamente la desestiman como algo ineficaz, que "queda lindo" pero nada más, y también están quienes se preguntan: ¿cuál es el enemigo? ¿contra quién marchamos? ¿qué reclamamos, si hasta los propios dirigentes políticos dicen "ni una menos"?
De las diferentes interpretaciones se desprenden lógicas ciertas: Lamentablemente la marcha del miércoles no va a frenar los femicidios. Eso todos lo saben. Sin embargo, la batalla simbólica es un buen punto de partida, para mostrar y demostrar determinada situación y, además, para abrir el debate sobre la cuestión de fondo.
Por otro lado, que nadie parezca oponerse huele a hipocresía (por parte de algunos), pero siempre es mejor que flote en el aire cierto discurso (aunque no sea más que sólo un discurso) en la dirección del #NiUnaMenos y no otros, como el de "San Barreda", cuádruple homicida que mató a su suegra, su mujer y sus hijas porque "lo tenían cansado", o "¿qué querés?, si era una turrita", o "¿qué hacía sola a los 15 años de noche?" o "¿para qué se viste así?" y tantos pero tantos otros sintagmas aberrantes. Porque nadie está de acuerdo con los asesinatos, pero el marco en el que se generan va mucho más allá del hecho en sí.
"Siempre hacemos el amor con los nombres de la historia", escribió Deleuze. Y de esa manera amamos, de la manera que el capitalismo -"chorreando sangre y lodo"- nos impuso: Todo es mercancía, por ende, posesión ("sos mía o no sos de nadie").
Sin embargo, culpar al "capitalismo" y sentarse a "esperar la revolución" para que la lógica machista desaparezca es un simplismo barato.
Por otro lado, están quienes responsabilizan a programas como el de Marcelo Tinelli, acusándolo de "cosificar a la mujer". Si bien es cierto, ¿qué hacemos? ¿lo censuramos? ¿Es Tinelli solo el promotor de estas prácticas? Claro que no, porque las prácticas se dan en un hábitus determinado. Y los mass media, como la escuela y otras instituciones, son reproductivistas, es decir, reproducen las desigualdades sociales en sentido lato.
En este contexto, el #NiUnaMenos (y la marcha del miércoles) es un accionar meramente simbólico, pero como enseñó Levi Strauss, los símbolos tienen eficacia empírica. Por lo tanto, no es justo despreciar lo simbólico.
Ahora bien, ¿quién está dispuesto a hacer un trabajo reflexivo profundo para rever sus prácticas y su cosmovisión? Y, además, ¿la solución viene de la mano del voluntarismo individual? Es decir, todos y cada uno, a partir de mañana, toma la postura de no ser más machista, ¿y listo?
Claro que no. El voluntarismo extremo no funciona, pero haber puesto sobre la agenda esta pequeña punta del ovillo que es el #NiUnaMenos puede servir no sólo para que los legisladores piensen políticas serias al respecto y el Poder Judicial deje de mirar para otro lado, sino también para generar un ámbito de discusión y reflexión en el grueso del conjunto social, introspectivo y retrospectivo, que contribuya a dar el puntapié para repensar la situación de la mujer en la actualidad, las lógicas que la atraviesan y, por sobre todo, la responsabilidad de cada sujeto en contribuir a que la realidad sea así y no de otro modo, porque en definitiva "somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros".