¿Qué significa cerrar la grieta?
En los últimos años se instaló un ¿concepto? que, por un lado, se masificó sin resistencias y, por otro, simplificó hasta el paroxismo fenómenos políticos, sociales y culturales: se trata de la tan mentada “grieta”, que designa el antagonismo más duro entre el kirchnerismo y el antikirchnerismo y parte del universo circundante a ese binomio. Ahora asistimos a una suerte de universo post grieta, donde se plantea el deseo de llegar a una conclusión, una síntesis, una salida. ¿Qué significa esto? Aquí algunas aproximaciones acerca de lo que se dice y de lo que se oculta al respecto.
Por Emmanuel Rossi -www.LaNoticia1.com-.
El periodista Jorge Lanata popularizó la idea de grieta, una noción con una carga semántica deletérea que supone rivalidad, desunión, imposibilidad para acordar y dialogar; en resumen: un problema, un problema social a resolver. La grieta presupone un estadio de nuevo conflicto contrario a los significantes vacíos hegemónicos que nos señalan presuntamente hacia dónde deberíamos dirigirnos para arribar a una sociedad mejor.
En este sentido, entonces, el objetivo de cerrar la grieta prevé una dialéctica meramente discursiva que esconde intereses de falsa consciencia y de privilegios para el statu quo.
Pero vayamos por parte. La grieta no sólo estipula un fenómeno del cual hay que salir sino que tiende a borrar los campos antagónicos siempre presentes en una sociedad como la nuestra. Para muchos debería reemplazarse la idea de grieta por un concepto con bagaje epistemológico o paradigmático, pero precisamente “la grieta” supone borrar el corpus material de las diferencias sociales y plantear la disputa en un terreno que incluso desborda lo ideológico: es una diatriba que se presenta como casi de fanáticos, de dogmas, de un binarismo que plantea una totalidad maniquea entre el bien y el mal que conforma, a su vez, este mal mayor, que es la grieta.
En este sentido, y siempre dentro de la lógica retórica, es estratégico plantear el salir de ese lugar (ficticio). Mauricio Macri expresó al respecto su idea de “unir a los argentinos”. Alberto Fernández expuso que viene “a cerrar la grieta”. Es lógica discursiva pura y dura. Si una noción se arraiga como negativa, entendible y naturalmente se considerará el escape de allí como solución.
Ahora bien, comprendiendo qué simboliza “la grieta”, debemos pensar qué significa clausurarla. Y como nada tiene que ver con disfunciones económicas existentes, no significa un estadio de igualdad. Y como nada tiene que ver con diferencias sociales, no significa un estadio de justicia. Y como nada tiene que ver con un proceso histórico, no se plantea un estadio superador. No. Salir de la grieta es (tratar de) romper con el binomio kirchnerismo – antikirchnerismo (y parte de sus derrames), y el planteo tiene que ver con una especie de mancomunión acrítica y estoica de los sistemas de ideas y creencias de los sujetos y los colectivos. Esto ya no parece tan atractivo. Pero más allá de lo que signifique salir de la grieta para cada quien, la problemática central en esta cuestión no es lo que se dice (por más falaz que suene) sino lo que no se dice. Y esta circunstancia se cristaliza cuando visualizamos que muchas veces son los grandes medios de comunicación (que gobernaron en alianza con Cambiemos hasta las PASO) quienes motorizan esta supuesta salida de esta supuesta grieta.
Todos los planteos discursivos al respecto apuntan a una cuestión actitudinal, como si las posturas ideológicas pudieran depender de un acuerdo voluntario entre los individuos que de la noche a la mañana despiertan con una concepción unívoca, unilateral, unidimensional, y eso desembocaría en igualdad, concordia y felicidad. No hace falta aclarar que eso no existe, pero detrás de este telón negro lo que se esconde es la intentona de ratificar el orden establecido. Si la grieta es una cuestión cuasi mental, la solución no tiene que ver con la distribución de la riqueza, la abolición de privilegios de sectores minoritarios, la destrucción de injusticias y la igualdad económica. En absoluto. Es más, quienes insistan en ratificar estas problemáticas serán (y son) tildados de sostener (y ensanchar) la grieta.
El “unir a los argentinos” de algunos sectores prevé una sumisión inexorable, el no cuestionamiento, porque la grieta no es ni la lucha de clases ni el planteamiento de la existencia de una sociedad con intereses antagónicos e irreconciliables. Entonces la grieta es una cuestión de actitud monolítica. En este sentido, cerrar la grieta no es sino una trampa (además de una falacia argumental sin anclaje empírico).
Si queremos seguir utilizando esa entelequia simplona, podríamos aseverar que la grieta tendería a cerrarse (aunque pienso que jamás del todo) cuando no exista más de un tercio de la población en la pobreza, cuando una minoría poderosa no sea cada día más rica mientras que las grandes mayorías cada día pierden derechos, cuando no existan privilegios de clase tanto en lo económico como en lo social y simbólico, etc. Es decir, cuando se arribe a una sociedad más justa, porque es el mundo (material) lo que determina el pensamiento (la idea de “grieta”, por ejemplo) y no al revés.
Entonces, el “terminar con la grieta” de algunos sectores significa una especie de intento de cambio superestructural -una superchería inaplicable- para que en realidad, en substancia, nada cambie, y sigamos soportando las injusticias de un sistema que no es, definitivamente, igualitario para todos.