Hace 20 años cuida las vías de General Belgrano con la esperanza de que algún día el tren vuelva a pasar
Alfredo Valia tiene 57 años. Limpia y cuida los rieles del ramal Altamirano-Las Flores. Lo hace por pasión y memoria. Sabe que su deseo es difícil, pero no pierde la ilusión.
Alfredo Valia recorre las vías del ramal Altamirano-Las Flores, clausurado hace más de dos décadas, con un machete y una pala. Desde hace 20 años, mantiene unos metros de rieles limpios, desmalezados y protegidos, con la ilusión de que algún día el tren vuelva a circular. “Lo hago porque cuando la gente ve la vía limpia, es como que impone respeto y dejan de depredar”, explica en diálogo con El Destape.
El ramal, inaugurado entre 1871 y 1872 por la empresa británica Ferrocarril del Sud y luego administrado por el Ferrocarril General Roca, dejó de prestar servicios de pasajeros durante la ola de privatizaciones de los años 90. El tramo se utilizó para cargas hasta 2005 y desde entonces permanece en desuso.
Valia, nacido en Lanús, se enamoró de los trenes en su infancia y trabajó en el ferrocarril como mecánico y técnico, especializado en locomotoras General Motors, hasta ser despedido en los 90 durante las privatizaciones. “Se me cayó el mundo en dos segundos. No había ninguna causa, solo la intención de destruir el ferrocarril”, recuerda.

Tras mudarse a General Belgrano, nunca dejó de involucrarse con los trenes. Comenzó limpiando cincuenta metros de vías; hoy mantiene cinco kilómetros. La pasión lo llevó a cruzarse con Alberto Capenti, otro amante del ferrocarril que realizaba la misma tarea en Las Rosas. Juntos fundaron la Asociación Civil Rieles del Salado, dedicada a la recuperación y mantenimiento del ramal. La organización conserva unos veinte kilómetros adicionales, con ayuda de herramientas propias y un tractor donado por la empresa Patronelli.
“El tren probablemente no vuelva en el corto ni en el mediano plazo. No hay voluntad política. Pero mantener estos fierros es una forma de decirle a alguien: ‘Miren, acá estaría haciendo falta el tren’”, asegura Valia.
Más allá del transporte y la economía, la labor de Valia y Capenti tiene un componente emocional: memoria, historia y pasión. En la estación de Newton, por ejemplo, aún se conservan cartas que la gente escribió en los 90, esperando un tren que nunca pasó. “Uno lo hace porque tiene pasión”, resume Valia.
Para comentar, debés estar registradoPor favor, iniciá sesión