Saladillo debate su política de salud mental tras la muerte de un joven en situación de vulnerabilidad
Gastón Lagraña, un joven conocido por caminar las calles de Saladillo, murió tras permanecer internado en el Hospital Posadas. Vecinos expresaron dolor, pero también críticas por la falta de acompañamiento sanitario y social que tuvo en vida. Los mensajes en redes dejaron al descubierto denuncias por abandono, discriminación y ausencia de asistencia en salud mental.
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La comunidad de Saladillo despidió este miércoles a Gastón Lagraña, un joven que durante años fue visto deambulando por las calles de la ciudad y cuya vida estuvo atravesada por la vulnerabilidad social y problemas de salud mental. Su muerte se produjo en el Hospital Dr. Posadas, donde permanecía internado por una patología orgánica diagnosticada hace pocos meses. Sus restos fueron velados e inhumados en la misma jornada.
La noticia publicada por el medio local Convergencias generó un intenso intercambio en redes sociales, donde vecinos expresaron tristeza, pero también fuertes cuestionamientos al sistema de salud mental y al trato que Gastón recibía en vida.
“Ya pueden caminar tranquilos los que tanto lo juzgaban y criticaban por tener una enfermedad mental que él no eligió. La salud mental debe ser tratada, no excluida”, escribió una usuaria. Otra vecina apuntó directamente al Estado local: “El problema en Saladillo es que el equipo de salud mental no está preparado para nada. Lo digo con conocimiento de causa”.
Muchos comentarios hicieron hincapié en la falta de empatía cotidiana. “Acá se ve clarito cómo la muerte nos convierte en héroes. En vida lo esquivaban; pedía algo y la mayoría no le daba nada. El amor y la ayuda él los necesitaba estando vivo, no ahora”, expresó un vecino. También hubo quienes recordaron episodios de violencia: “Recibía golpes de cobardes que lo discriminaban por su apellido. Por suerte, también había quienes le acercaban algo sin importar quién era”.
En paralelo, otros mensajes destacaron que Gastón había encontrado contención espiritual. Una vecina señaló que, gracias al acompañamiento del sacerdote Francisco, “se convirtió en una persona de profunda fe, recibió los sacramentos y se fue rezando”.
La publicación también despertó reflexiones sobre la hipocresía social. “Cuando lo veían, se cruzaban de vereda o llamaban a la policía. No molestaba a nadie”, comentó una usuaria. Otra agregó: “Este posteo se debió hacer en vida. Si necesitaba ayuda, todos somos un poco culpables”.
Junto a las críticas, aparecieron decenas de mensajes de despedida y condolencias hacia la familia: “Que encuentre la paz que no tuvo en este plano”, “Besos al cielo”, “Que Dios lo reciba”, “No sufre más”.
La muerte de Gastón volvió a poner sobre la mesa un tema que en Saladillo —según los propios vecinos— lleva años sin resolverse: la necesidad de una política de salud mental más sólida, con acompañamiento real y dispositivos de intervención que eviten que historias como la suya terminen sin el acompañamiento necesario.
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