Tiene esclerosis y lo echaron: Quedó sin cobertura médica y siente vergüenza de pedir ayuda
Félix trabajaba en un club y pensaron que estaba borracho cuando comenzó a caminar a los tumbos. Tras casi un año de consultas médicas, detectaron que tenía esclerosis (ELA). La obra social le cubría el tratamiento hasta que lo echaron del trabajo. Estuvo 18 meses sin cobertura esperando que PAMI se haga cargo. Así y todo siente vergüenza de pedir ayuda.
La historia de Félix Ríos es una de las tantas que padecen algunos trabajadores en la provincia de Buenos Aires. A este hombre que vive en el municipio bonaerense de San Pedro "le pasaron todas". Así lo dijo su hija Alejandra, con la voz quebrada pro la impotencia que siente al ver a su padre en la agonía perversa a la que lo condena una esclerósis múltiple.
Félix y su mujer Carmen llegaron hace varias décadas desde la provincia de Misiones. En territorio bonaerense encontraron gente que les dio trabajo en changas en el campo. Más tarde pudieron ingresar al mundo laboral de la mano de una empresa contratista de Papel Prensa, emprendieron un negocio propio y cuando lo perdieron no se amilanaron: Empezaron otra vez y siguieron adelante.
Hasta que un día, en el club donde Félix trabajaba como personal de mantenimiento y su hijo menor jugaba al fútbol, pensaron que el hombre estaba borracho porque se caía de los andamios y caminaba a los tumbos. Entre médicos y licencias se fueron entretejiendo un diagnóstico que tardó casi un año en llegar a manos de la pareja.
El neurólogo que lo atendía por la obra social de su trabajo habló con ellos para explicarles que el ELA (esclerosis lateral amiotrófica) le estaba quitando a su cerebro facultades para dictar órdenes a todos los sectores del cuerpo humano. Por entonces la obra social Ospedyc respaldaba todas las prácticas médicas hasta que un día a Félix lo despidieron del trabajo.
Producto de su "discapacidad", que en los papeles se fijó en un 70 por ciento, a Félix le dieron vía directa para la jubilación, un engorroso trámite que lo dejó un año y medio sin cobertura médica y esperando dictamen de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo, mientras su salud se fue deteriorando a la velocidad de un rayo.
En ese año y medio, Carmen venció la vergüenza y en medio de la humillación que para ella representa la caridad del Estado llegó a Desarrollo Humano donde, como siempre, le respondieron con una bolsa de mercadería que administra con pericia para que rinda, pero que no cubre la necesidad de tratamiento, contención o ayuda en el delicado momento que atraviesa.
Carmen llegó a una abogada que le recomendó el Juzgado de Paz. Sorprendida por los 18 meses de espera, envió una carta documento a la SRT y a los 15 días se cumplió el milagro. La profesional cobró sus honorarios cuando Anses le otorgó el beneficio a su cliente y le pagó el retroactivo, que ya no alcanzaba ni para los remedios.
El medicamento que toma Félix cuesta casi 20.000 pesos y hasta que "un médico neurólogo no le haga la receta, el Pami no se lo cubre. Pero el neurólogo que atiende por el Pami atiende en la Clínica, pero no tiene turno; tampoco el kinesiólogo del Pami. En el Pami me dijeron que lo tienen que atender igual, pero no lo atienden", señaló su hija a este medio.
En el Pami me dieron la silla de ruedas y un andador, pero él no lo puede usar porque los brazos ya no le responden y se cae. Se cae y lo lleva la ambulancia, lo curan en el Hospital pero ahí le dicen que tiene que ir a la clínica porque él es de Pami, y en el hospital decimos que tiene ELA, pero nos dan el alta". Así es el relato que explica lo inexplicable.
Por si fuera poco, a la familia le queda por resolver un juicio por una obra de gas y una deuda por la escritura del terreno que compraron en 1994 cuando estaban en concubinato. Un concubinato que terminó el pasado 12 de marzo de 2019, cuando un reverendo pelotudo le dijo a la mujer que "si no se casaba el Pami no le dejaba hacer los trámites".
Así las cosas, así la vida, así las historias que llegan a este medio para que estalle la indignación y alguien haga algo que no sea un "a mí no me corresponde". Lo peor de todo es que esta mujer no pide, no ruega, no reclama. Necesita instrucciones o acompañamiento para moverse en un mundo de las complicaciones en el que hay que mendigar por todo.