Zeballos volvió a Mar del Plata como campeón de Roland Garros y emocionó a todo el Edison, el club donde se formó
Volvió con la réplica del trofeo. Abrazó a su papá, jugó al ajedrez con su abuela de 100 años y habló de sueños cumplidos.
Con la réplica del trofeo de Roland Garros en la mano y los ojos cargados de emoción, Horacio Zeballos volvió a su ciudad natal. Lo esperaban en el Edison Lawn Tenis, el club donde todo empezó. Allí fue recibido como un héroe: su papá, los chicos de la escuelita y un puñado de amigos lo rodearon con abrazos, fotos y palabras sinceras. La postal: un campeón del mundo, parado en la misma cancha donde peloteaba de chico, ahora como ganador de un Grand Slam.
"Necesitaba pasar por los pasillos donde me crié. Todo este sueño empezó acá. Y volver así, como campeón de Roland Garros, es algo único", dijo Zeballos en una entrevista con La Capital y Tiempo Récord, con la voz quebrada y la emoción a flor de piel.
A sus 40 años, el marplatense logró el título más importante de su carrera junto al español Marcel Granollers, su compañero de dobles desde hace varias temporadas. Fue su cuarta final en un torneo grande, y esta vez sí se dio. Atrás quedaron las frustraciones de Wimbledon y el US Open.
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Su regreso a Mar del Plata coincidió con otra fecha especial: el cumpleaños número 100 de su abuela María Angélica, con quien compartió una partida de ajedrez apenas bajó del avión. "Fue una semana inolvidable", resumió.
En la charla con los medios, Horacio también repasó detalles desconocidos de su preparación. Antes de la final, buscó consejos de jugadores consagrados en los pasillos de Roland Garros. Le preguntó a Carlos Alcaraz cómo se gana un Grand Slam. Y el joven español le respondió con algo tan simple como poderoso: “Salí a ganar. Que cuando llegues al hotel, hayas ganado o perdido, te quede la tranquilidad de que saliste a por ella”.

"Me hizo muy bien. No es que inventó algo nuevo, pero la forma en que me lo transmitió me llegó", reconoció Zeballos.
También recordó su primer paso por Roland Garros, en 2007, cuando cayó en la qualy. El rival de ese día fue nada menos que Granollers. “Me ganó un lunes a las 9.00, a las 10.30 ya estaba eliminado”, contó entre risas. Dieciocho años después, se abrazaron como campeones en París.

A la hora de hablar del vínculo con su compañero, fue directo: “Es como un matrimonio que vive en casas separadas. Nos llevamos muy bien. Él es fuerte en la red y yo soy más sólido desde el fondo. Nos complementamos”.
Pero no todo fue tenis. Después de levantar el trofeo, quiso compartir el momento con su familia. Hizo una videollamada... pero nadie atendió. “¡Jamás imaginaron que iba a ser yo! Después, cuando hablamos, fue muy emocionante”, relató entre risas y lágrimas.
Caminando por el Edison con su papá, Horacio se reencontró con los recuerdos de toda una vida. “Intento ser con mis hijos como fueron ellos conmigo. Lo más importante es la familia, ser buena persona y nunca dejar de luchar”, concluyó.
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