Mauricio D'Alessandro rechaza negociar con los presos: "La gente que está en las cárceles tiene que pudrirse ahí dentro"
Sin anestesia, el abogado explica que ceder implica una claudicación del Poder Judicial. Dice que "a esa escoria no hay que darle privilegios": "Lo del Covid-19 es una excusa para escaparse". El concejal de Tandil, que siempre trabajó ad honorem, lamenta que "el Estado aprovecha la pandemia para afanar como nunca". También habla de Scioli, Vidal y revela una desconocida anécdota con Kirchner. Y además: ¿Es verdad que por la crisis vende su martillo del programa La Corte?
POR CHRISTIAN THOMSEN HALL
- ¿Qué sensación te dejaron los motines que se registraron en las cárceles bonaerenses y en la de Devoto, en Capital Federal?
Yo pienso algo que mucha gente no dice porque es políticamente incorrecto. Para la gran mayoría de la sociedad, la gente que está en las cárceles tiene que pudrirse ahí dentro. Y a esa escoria humana no hay que darle ningún derecho ni privilegio. El último que construyó cárceles en Argentina fue Carlos Menem y ese proceso terminó en 1999. Recién desde el 2015, con el gobierno de Mauricio Macri, las fuerzas de seguridad y la Justicia fueron mucho más duras, como la sociedad lo pide, y las cárceles se llenaron. De 32.000 detenidos que había en la Provincia al momento de la salida de Daniel Scioli, se aumentó a casi 45.000 al termino del mandado de María Eugenia Vidal. Es decir, se apresó a mucha más gente y hoy las cárceles están superpobladas.
- Los detenidos precisamente argumentan el hacinamiento y el avance del coronavirus para reclamar su salida...
Lo del Covid-19 es una excusa. El preso desde que entra a la cárcel con lo único que sueña es con romper los barrotes y escaparse. Ese es el pensamiento permanente de todo preso y el Covid-19 es una forma de encontrar en ese imaginario la posibilidad de salir. Mientras dure el coronavirus va a seguir habiendo revueltas.
- ¿Qué opinás sobre las mesas de diálogo que se conformaron con los presos en las cárceles?
Una mesa de diálogo no puede implicar una claudicación del Poder Judicial y el Poder Ejecutivo respecto de los presos. Los presos incendian todo arriesgando su vida para poder escaparse. La mesa de diálogo debiera enmascarar una política destinada a convencerlos de que deben permanecer detenidos. Pero no se debe negociar con los presos. Los presos ya negociaron con el Estado: Fueron a un juicio, negociaron la pena y fueron condenados.
- ¿Cómo sigue funcionando la Justicia en cuarentena y en qué situación se encuentra la Provincia?
Para mi, casi no hay feria. Yo estoy trabajando a full. En la Provincia tengo varios juicios vinculados a temas de familia, ni hablar los juicios penales. Los únicos que están parados realmente son los juicios de contenido comercial pero todo lo demás está funcionando casi normalmente. Con lo cual es un mito esto de que la Justicia no está funcionando. Yo a los 61 años todavía tengo ánimos. Pero hay abogados que son fiacas y se resisten a la teconología. Hoy con internet en la Provincia se puede llevar adelante un juicio sin pisar tribunales. La pandemia enmascara o permite muchas situaciones irregulares. Desde esconder la inactividad de algunos que no tienen ganas de trabajar, hasta ver como el Estado aprovecha la pandemia para afanar como nunca. Porque la historia de la pandemia sirve para afanarse todo.
- En el ámbito personal, ¿cómo estás viviendo estos días de cuarentena?
Lo más doloroso para mi en este momento es no poder ver a mi madre, que tiene 96 años. Cada año de mi vieja vale por tres de una persona joven porque su expectativa de vida es corta. Yo estoy acostumbrado a verla todos los fines de semana más algún día de la semana. Y ahora, desde el 8 de marzo tengo prohibido verla. Ella vive en un edificio asistido. Son departamentos que tienen un control permanente de médicos que la visitan y controlan a diario. Hablo mucho telefónicamente pero es doloroso no poder manifestarle mi cariño personalmente.
- Mientras algunos políticos anuncian con bombos y platillos una reducción en su salario, muchos no saben que vos desde 2017 trabajás ad honorem como concejal...
Cuando yo llegué al cargo elegido por la ciudadanía de Tandil empecé a donar mi sueldo. Pero ahí me di cuenta que si uno le dona a uno, queda mal con diez. Y advertí que muchas veces no sabés exactamente a quien le estás donando. Por todo eso, directamente preferí dejarle la plata al Estado, para que sea el Estado el que lo reutilice en lo que más haga falta. Ya son 3 millones de pesos los que llevo sin cobrar desde que asumí hasta hoy. Si se hubiesen comprado respiradores en Tandil, por ejemplo, seguramente hoy habría 6 respiradores más de los que hay actualmente.
- ¿La gente te reconoce este gesto?
La realidad es que yo nunca lo había hecho público. En estos últimos días y con todo el tema de la pandemia, empecé a recibir muchas críticas o planteos por parte de gente en redes sociales que me exigía que me baje el salario. Por eso decidí mostrar mi recibo de sueldo en Twitter, que es de $ 0 desde diciembre de 2017. Así y todo, si bien recibí algunas adhesiones, también tuve muchas críticas por parte de gente que me reprochaba por que no lo donaba en vez de dejárselo al Estado. Otros, en cambio, me decían que estaba bien que no cobre porque no estaba trabajando, cosa que no es cierto. Hay mucha desconfianza y bronca por parte de la gente.
- ¿Y en el Concejo Deliberante de Tandil como marcha tu trabajo?
En el Concejo Deliberante tengo asistencia perfecta y tengo el récord de proyectos presentados: 119 en dos años. Tengo más del doble de proyectos que el concejal que me sigue. Tampoco cuento con asesores: Tenemos medio asesor por cada concejal, o sea comparto un asesor con otro edil. Todo el Concejo deliberante de Tandil en general es muy austero. Está magníficamente administrado por el presidente del Concejo, Juan Pablo Frolik. Todos son solidarios, de hecho este mes donamos cada uno una parte de su salario para comprar insumos para el Hospital. En mi caso que cobro $0, doné 10 mil pesos. O sea que este mes cobré -10 mil pesos. Pero lo hago porque es lo que me gusta. Tandil es mi lugar en el mundo, donde nací y me crié. Y sobre todo, donde me siento feliz.
- Cuando trabajaste para el Estado durante el Gobierno de Néstor Kirchner, ¿también lo hacías ad honorem?
Si. Todo el mundo sabe que yo no soy kirchnerista. Por eso cuando el kirchnerismo me ataca, me causa gracia, porque lo que ellos no saben es que yo jamás cobré un peso cuando fui funcionario. En 2004 Néstor Kirchner me nombró jefe de gabinete en la Procuración del Tesoro de la Nación y coordinador de la defensa argentina en el CIADI (Tribunal arbitral Banco Mundial). En aquel momento, cuando asumí, pedí no cobrar por mi trabajo porque para mi era un orgullo representar a mi país. Pero desde el Gobierno me dijeron que no se podía trabajar ad honorem en el Estado. Por tal motivo, Kirchner tuvo que hacerme un decreto especial para mi.
- ¿Qué recordás de Néstor Kirchner?
Luego de que nuestro país pesificó su deuda, todas las empresas como Telecom y Telefónica, entre muchas otras, demanadaron a la Argentina por sumas millonarias. En aquella oportunidad, yo le dije a Néstor: "Presidente, hay que arreglar estos juicios porque son muy complejos". Y él me respondió: "La deuda no se paga, se administra". Así, el presidente me aseguró aquella vez que esos juicios se iban arreglar desde la política. Y efectivamente así fue: A Telecom y Telefónica, por ejemplo, se le permitió aumentar la tarifa unos centavos y con eso desistieron de avanzar en un juicio por 3 mil millones de pesos por cada empresa. En conclusión, se aprendió algo al lado de Néstor.
- Los fanáticos de La Corte estamos preocupados: Escuché por ahí que el martillo del programa está a la venta. ¿Es cierto eso?
(Risas) No, lo dije en broma y tomó mucha relevancia. Te tengo que confesar algo: tengo muchos martillos de La Corte. Resulta que yo me enojaba mucho con los imputados y terminaba rompiéndolos a todos. Me pasó con el juicio de la tenencia de la oveja y con el caso del turco y sus tres mujeres. Por tal motivo, la producción contrató una carpintería, que estaba cerca del canal, que me hacía los martillos cada vez que los rompía. Cada tanto algún cliente me pregunta y se lleva algún martillito autografiado. A la gente común le divierte mucho recordar ese programa, a los ricos en cambio les da un poco de vergüenza. Pero yo no acepto clientes ricos.
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