Quién es el verdugo de Argentinos que fue carpintero, jugó en la liga de Pehuajó y hoy es campeón de la Copa Argentina
Matías Fernández, de 24 años, pasó de lijar maderas en un taller y jugar los fines de semana en la liga de Pehuajó a brillar en la final ante Argentinos Juniors. En 2022 estuvo a punto de dejar el fútbol, pero anoche con un golazo se convirtió en héroe de Independiente Rivadavia que se alzó con el primer título de su historia.
Del taller a la gloria. Así podría resumirse la historia de Matías Fernández, el joven que hace poco trabajaba como carpintero y jugaba en una liga amateur del interior bonaerense, y que anoche se consagró campeón de la Copa Argentina con Independiente Rivadavia de Mendoza, tras marcar un golazo ante Argentinos Juniors en Córdoba.
El mediocampista de 24 años vivió un 2022 para el olvido. Quedó libre de Quilmes, después de un paso sin continuidad por Villa San Carlos, y pensó en dejar el fútbol. “Estaba destruido anímicamente”, contó tiempo atrás en diálogo con TyC Sports. Sin club y sin ingresos, se refugió en el trabajo: pasaba sus días ayudando a su suegro en una carpintería, mientras intentaba no perder del todo el sueño de ser futbolista.
Durante esos meses, Fernández encontró una oportunidad inesperada. Un amigo lo invitó a sumarse a Defensores del Este, el equipo más ganador de la liga de Pehuajó, en el noroeste bonaerense. Le pagaban por partido, viajaba más de 400 kilómetros cada fin de semana y se las arreglaba para seguir en movimiento. “Me servía porque jugaba y cobraba algo, sin necesidad de entrenar todos los días”, relató.
El destino, sin embargo, tenía preparado otro capítulo. Gracias a la insistencia de un excompañero, accedió a probarse en Excursionistas, club del Bajo Belgrano. Desde La Plata viajaba todos los días en tren y colectivo, saliendo a las 4.30 de la madrugada para llegar a entrenar y regresar por la tarde. “No almorzaba ni merendaba, fue un esfuerzo enorme”, recordó el propio jugador.

En el “Villero” recuperó la confianza. Fue figura en el Reducido de la Primera B y despertó el interés de varios clubes. Cuando su pase a Barracas Central se cayó a último momento, apareció Independiente Rivadavia, que lo sumó a préstamo. Lo que vino después fue una historia de superación: se ganó la titularidad, marcó goles claves y se transformó en una de las sorpresas del torneo.
Este miércoles por la noche, Fernández volvió a ser protagonista. En la final ante Argentinos Juniors, marcó el 2-0 parcial con un contragolpe perfecto y celebró con lágrimas en los ojos. Su tanto fue determinante para que, posteriormente por penales, el conjunto mendocino lograra el primer título nacional de su historia.
“Después de tanto sufrimiento, una buena me tenía que venir. Los jugadores también sufrimos, no siempre todo es lindo como parece. Somos humanos, no robots”, dijo tras la consagración.
Hoy, el joven que hace poco lijaba tablones en un taller y viajaba cada fin de semana para jugar en la liga de Pehuajó vive su mejor momento. Su historia es un espejo de tantos bonaerenses que, entre sacrificio y fe, demuestran que los sueños también se construyen con las manos.
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