El fenómeno de las 'personas rata': una psicóloga analiza si el encierro es un refugio emocional o una señal de alarma
La especialista Jacqueline Orellana Rosenberg analiza el fenómeno de las 'personas rata', una conducta creciente en distintas generaciones marcada por el encierro y la hiperconectividad. En diálogo con LANOTICIA1.COM, habla desde una perspectiva profunda, sin prejuicios, y advierte que la situación no debe subestimarse. Las claves para madres, padres y docentes.
Cada vez más jóvenes eligen encerrarse en sus casas, pasar horas en la cama, consumir todo por delivery y evitar el contacto humano. El fenómeno puede parecer una moda inocente. Pero detrás de esta conducta hay algo más profundo.
La psicóloga y sexóloga Jacqueline Orellana Rosenberg analiza el fenómeno -denominado desde el psicoanálisis como 'personas rata'- desde una mirada psicoanalítica, vincular y social: “El encierro no es una enfermedad ni una rebeldía, es un síntoma. Dice algo que no se puede decir con palabras”. La especialista apunta contra las exigencias de éxito, la baja tolerancia a la frustración, el rol de las familias y el uso de la tecnología.
¿Qué opinás del fenómeno de las ‘personas rata’, este estilo de vida de jóvenes que eligen encerrarse, quedarse en la cama y evitar el mundo?
Cada época inventa sus propias formas de nombrar el malestar. Lo que hoy llamamos “persona rata” es una forma de encierro, que no necesariamente es un trastorno. Desde el psicoanálisis, vemos que el síntoma –como puede ser el encierro– siempre dice algo. No se trata de enfermedad o rebeldía, sino de una respuesta subjetiva. Alguien que se encierra está tratando de decir algo que no pudo expresar de otra manera.
¿Qué hay detrás de esa necesidad de encerrarse? ¿Es algo personal o responde a patrones sociales?
Los motivos siempre son personales, pero hay un patrón común: la baja tolerancia a la frustración. Vivimos en una sociedad que exige éxito todo el tiempo. Las personas se muestran en redes como si fueran perfectas, editadas, sin grietas. Cuando la vida real no se parece a eso, la frustración es muy fuerte. A veces hay una sobreprotección de los padres o una indiferencia, pero el común denominador es que no hay herramientas para sostener la frustración, y entonces el encierro aparece como refugio.

¿Esto es nuevo? ¿Antes también pasaba y no lo veíamos, o es algo propio de esta época?
Es una mezcla. Sí, pasaba antes, pero ahora se ve más por varias razones: hay más información, hay más visibilidad, y además hay un cambio social profundo. La pandemia potenció esto, pero también lo hizo la tecnología, que vino a romper lo poco que quedaba del lazo social. No es que la tecnología sea mala en sí misma, sino que llegó a una sociedad ya muy exigida, con vínculos frágiles. Y entonces todo explotó.
¿El factor socioeconómico incide en esto? ¿Es más frecuente en sectores de clase media o alta, o también se da en hogares humildes del conurbano?
El componente social y económico influye en todo. Pero no es tan lineal como parece. No porque tengas dinero vas a estar mejor emocionalmente. En muchas familias de clase media acomodada, los padres trabajan 16 horas, hay una crianza teóricamente respetuosa, pero en la práctica el chico está solo todo el día. En hogares más humildes, muchas veces hay una carencia que genera deseo, que empuja. No estoy romantizando la pobreza, pero el síntoma del encierro aparece también en quienes lo tuvieron todo y no les quedó nada por desear.

¿Qué podemos hacer como padres si notamos que nuestro hijo está cada vez más encerrado, hiperconectado, aislado?
Lo primero es no trasladar nuestra angustia. No se trata de obligarlos a salir, sino de proponer espacios compartidos donde no haya exigencia. Cocinar juntos, ver una serie, salir a caminar sin metas. Y si es posible, buscar ayuda profesional. El espacio terapéutico es de los pocos lugares donde no hay que rendir. Si no hay acceso, lo importante es abrir canales de comunicación en casa sin presiones. El encierro no es una cárcel si alguien te acompaña desde afuera.
¿Y qué hacemos si vemos que un amigo adulto empieza a aislarse? Ya no sale, no publica nada, desaparece…
Primero, no forzarlo ni compararlo. Lo mejor que podés hacer es acompañarlo desde un lugar genuino. Ir a su casa, proponerle algo que no lo exija. Y no creer que lo vas a salvar: no podés ser su terapeuta. A veces sólo acompañar ya es mucho. Quizás en algún momento esa persona esté lista para pedir ayuda y ahí podés colaborar con eso. Pero siempre desde la humildad, sin creerse el salvador.
Mencionaste algo sobre un proyecto de orientación para madres y padres. ¿De qué se trata?
Con una colega que se especializa en infancias y adolescencias creamos “Escuela para Padres”, un espacio virtual de acompañamiento. Son cuatro encuentros grupales, durante dos meses, con un costo bajo, para ayudar a madres y padres a lidiar con temas como el encierro, el bullying, el uso de tecnología o el abuso de sustancias. La idea es orientar, compartir herramientas y no dejar solos a quienes crían. Se pueden anotar desde toda la provincia de Buenos Aires y desde todo el país.
📲 Más info en Instagram: @psi.sexología
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