Por qué sigue subiendo la carne y qué explica el nuevo escenario de precios
La suba del precio de la carne vacuna dejó de ser un hecho aislado y empezó a consolidarse como parte de un cambio más profundo en la ganadería argentina. Datos difundidos por Rural Net y un informe reciente de la Sociedad Rural Argentina coinciden en que el aumento responde a factores estructurales, con impacto directo en la inflación y sin señales de corrección inmediata.
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El precio de la carne vacuna volvió a ubicarse en el centro de la escena inflacionaria durante noviembre, no solo por la magnitud del aumento mensual —8,3%— sino porque confirmó una tendencia que excede lo coyuntural. Según el Relevamiento de Precios Minoristas del IPCVA, difundido por Ruralnet, la carne acumula una suba del 49% en los primeros once meses del año y un incremento interanual del 72,8%, muy por encima de otras proteínas.
A diferencia del pollo y el cerdo, cuyos precios mostraron variaciones mucho más moderadas, la carne bovina se transformó en uno de los principales motores de la inflación de alimentos. En noviembre, mientras el pollo aumentó apenas 1% y el cerdo 2,6%, la carne volvió a marcar una diferencia significativa en el mostrador.
Un mercado ganadero con precios récord en la región
El escenario de precios altos no se limita al consumo interno. En el mercado ganadero, el novillo argentino alcanzó los USD 5,69 por kilo carcasa, convirtiéndose en el más caro del Mercosur. El dato surge del Índice WBR del novillo Mercosur, elaborado por la consultora uruguaya Tardáguila Agronegocios y citado por Rural Net.
El promedio regional se ubicó en USD 4,32, con realidades distintas según el país. Mientras Argentina empujó la suba con una escalada sostenida de los precios de exportación, en Brasil la depreciación del real impactó negativamente en la cotización en dólares del boi gordo. Uruguay y Paraguay, en tanto, se movieron en valores intermedios, pero también con restricciones de oferta.
El impacto en la inflación y el consumo
La aceleración del precio de la carne tuvo un reflejo inmediato en los índices oficiales. En noviembre, la inflación fue del 2,5%, la más alta de los últimos siete meses, con un aumento del 2,8% en la división Alimentos y bebidas no alcohólicas, impulsado principalmente por la carne vacuna, según el INDEC.
Este comportamiento refuerza una tensión persistente: aunque la inflación general muestra una desaceleración marcada respecto de 2024, los alimentos —y en particular la carne— siguen presionando el costo de vida. En ese contexto, el aumento del precio de la hacienda comienza a trasladarse con mayor fuerza al consumidor final.
Las razones de fondo: por qué la carne no baja
Un informe de la Sociedad Rural Argentina (SRA) aporta una clave central para entender el fenómeno: la suba del precio de la carne no es un episodio transitorio, sino el resultado de una transición estructural del negocio ganadero.
El trabajo, elaborado por el Instituto de Estudios Económicos y Negociaciones Internacionales junto a la Comisión de Carnes de la entidad, señala que durante varios años los precios estuvieron retrasados frente a la inflación, en un contexto de intervenciones, restricciones a las exportaciones y falta de previsibilidad. Las decisiones productivas tomadas en ese período explican, en gran medida, la menor oferta actual.
A esto se sumó el impacto de la sequía, que redujo en alrededor de 700.000 terneros por año los nacimientos tanto en 2023 como en 2024, y las dificultades logísticas provocadas por lluvias intensas y caminos rurales en mal estado, que limitaron el ingreso de hacienda a los mercados concentradores.
Un nuevo ciclo, con tiempos biológicos
El informe de la SRA remarca además un punto clave: la ganadería responde a tiempos biológicos que no pueden acelerarse. Entre la decisión de invertir y la disponibilidad de más carne en el mercado pueden transcurrir entre 24 y 36 meses, mientras que la recomposición plena del stock demandará entre dos y cuatro años.
En paralelo, la demanda interna mostró signos de recuperación, el mercado internacional mantiene precios firmes y la región enfrenta restricciones de oferta. Todo ese conjunto de factores sostiene el nuevo nivel de precios y refuerza la idea de que el mercado ingresó en un ciclo distinto al de los últimos años.
Un escenario que llegó para quedarse
En síntesis, la suba del precio de la carne responde a una combinación de menor oferta heredada, factores climáticos y logísticos, cambios en el consumo y un nuevo marco regulatorio que devolvió previsibilidad, pero cuyos efectos productivos tardarán en materializarse.
Más que una anomalía, los valores actuales aparecen como la señal de un proceso de normalización del mercado ganadero, cuyo impacto sobre los precios solo comenzará a moderarse cuando la recomposición del rodeo se traduzca en mayor producción.
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