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En diálogo con LaNoticia1.com, la abogada ambientalista, Diana Barreneche, habló de los beneficios ambientales y económicos del cultivo de la planta e historizó sobre experiencias en el país, como fue el caso de Luján. También reflexionó sobre la flamante Agencia de regulación y expresó que "esperamos que haya un diálogo fluido con los diferentes actores del activismo cannábico".
Por Gabriela Edith Lorenzo
Mientras miles de usuarios de la flor de cannabis sostuvieron el cultivo de la planta durante muchísimos años en la clandestinidad, el cáñamo quedó definitivamente relegado con la ola prohibicionista. La planta es una sola, pero se puede aprovechar de múltiples formas, una de ellas es con fines industriales, y esta es la ventana que abre se abre en la Argentina con la puesta en funcionamiento de la Ariccame.
El pasado 25 de enero se nombraron las autoridades de la Agencia Regulatoria de la Industria del Cáñamo y del Cannabis Medicinal que tiene la función de regular el cultivo, producción y comercialización de las semillas de cannabis. Para pensar a la planta como estrategia económica y alternativa sustentable al medio ambiente y reflexionar sobre el lugar de los actores cannábicos bajo este marco regulatorio, dialogamos con Diana Barreneche, abogada ambientalista.
La letrada es además la presidenta de Proyecto Cáñamo, una asociación civil que desde el 2017 investiga y promueve las bondades de la planta como una opción sustentable y agroecológica para la producción de diferentes materiales. Pero fue 10 años antes que empezó su interés por la planta, cuando dejó su Colombia natal para venir al país a hacer una especialización en Derecho Ambiental en la UBA y realizando la tesina del curso se introdujo en el tema.
-¿Cómo fue presentar una Tesina titulada: “Los costos ambientales de la prohibición” hace una década atrás?
La verdad es que las profesoras no tenían ni idea, entonces en ese sentido, me fue muy bien, saqué nueve sobre diez en la sustentación. Aunque nunca lo habían escuchado, entonces les gustó bastante el planteamiento del perjuicio ecológico y económico que estábamos viendo, versus los números de la guerra contra las drogas, porque se nos olvida que se invierte un montón de dinero desde los Estados para cumplir con este enfoque punitivista y prohibicionista.
El cáñamo es un cultivo estratégico, durante toda la historia de la humanidad, incluso durante la colonia. Y recién, cuando ya se descubren los hidrocarburos que empiezan a sintetizar sus derivados que vinieron a reemplazar las fibras naturales, entre ellas el cáñamo, es que se sustituyó una matriz económica basada en un recurso natural renovable, por todo el tema derivado de los hidrocarburos y este recurso natural no renovable.
Socios de Proyecto Cánamos en la Expo Cánamo en San Luis.
-¿Cómo nace Proyecto Cáñamo y cuál es el aporte al debate que ya se venía dando con el auge de los beneficios medicinales de la planta?
De más está a decir que siempre se habló del cáñamo dentro de la comunidad cannábica, pero siempre fue un tema minoritario porque en su mayoría, el tema era los derechos de los usuarios y la lucha por la libertad de la planta. Y ahí empezamos a juntarnos con estudiantes y profesionales interesados en el uso industrial del cannabis, en lo que ahora es Proyecto Cáñamo.
Y entonces empezamos a juntarnos y a ver la posibilidad de constituirnos formalmente, que es una forma de organización por parte de la sociedad civil. Y en Argentina, la manera en que los ciudadanos encontraron la forma de llegar a ser oídos, o por lo menos de ser unos interlocutores válidos con el gobierno de turno, fue a través de las asociaciones civiles. Porque realmente han sido las asociaciones canábicas, (aquí no solo Proyecto Cáñamo, sino las otras asociaciones que hay en Argentina que son un montón), quienes han garantizado los derechos de los usuarios y los pacientes, mucho antes que el mismo Estado.
-¿Cuáles son los beneficios ambientales del cultivo de cáñamo con respecto a otros?
Pues a ver, los beneficios ambientales vienen desde el punto de vista de la eficiencia, están ligados con la versatilidad que tiene como cultivo ya que utilizas toda la planta, de toda la planta se pueden obtener diferentes derivados para diferentes industrias. Aclaro esto porque a veces se lo compara con la soja, como "no queremos que sea la nueva soja". No, nunca va a ser la nueva soja. Uno, porque la soja es algo que no trae valor agregado: cultivás, cosechás y la exportás hacia el grano de soja, a lo sumo le hacés una primera transformación. Con el cáñamo no sería así desde el punto de vista, digamos, industrial; por lo menos no queremos que sea así. Entonces, desde el punto de vista de la eficiencia y de la versatilidad, ya tenemos mejoras en cuanto a lo ambiental.
Después, en cuanto al recurso suelo, la demanda hídrica es mucho menor que la de los cultivos tradicionales, no viene con el paquete tecnológico de herbicida, plaguicida, fungicida. Igual esto es algo que tenemos que ver qué va a pasar en Argentina, porque hasta el 77' se cultivó, no sabemos ahora cómo va a ser. Pero en principio, no requiere el paquete tecnológico con el que vienen los cultivos tradicionales, como la soja, el maíz, el algodón. Entonces, desde ya le estás aplicando menos veneno, porque es un cultivo que en cuatro meses pues ya da plantas de más de dos metros que compiten naturalmente con las malas hierbas.
Por ese lado, después las raíces del cáñamo también traen beneficios ambientales, hay estudios en otros países sobre la fitorremediación, o sea, la extracción de metales pesados del suelo. Entonces, desde el punto de vista de la sostenibilidad, todo va sumando. Genera una menor huella de carbono, porque si pensamos en la construcción, por ejemplo, estás capturando ese CO2 y lo estás poniendo en un ladrillo de cáñamo, versus cuando utilizas cementos u otros tipos de materiales en los que hay quemas, hay transformaciones y usás otro tipo de minerales. Es así como se mide en el impacto de la huella de carbono en el cultivo y en un producto.
-Decías que en Argentina se cultivó cáñamo hasta el 77’ ¿Qué pasó? ¿Hay algo que se pueda rescatar de aquellos años?
Hay documentación del Ministerio de Agricultura sobre el cultivo del cáñamo en Argentina, y ahí aparece el caso de Jauregui (José María Jáuregui, partido de Luján), de la Linera Bonerense, que fue la verdad súper emblemático, no sólo por la cantidad de hectáreas, se llegaron a cultivar hasta 400 hectáreas de cáñamo entre los años 50’ y los años 70’, sino también porque era un pueblo que había traído prosperidad a la provincia de Buenos Aires, cuyos empleados, además de ser los mejor remunerados de la zona, también tenían acceso a viviendas y sus hijos a educación. Era como que antes de que existiera el 14BIS, se otorgaban derechos laborales.
Pero a la dictadura no le importó eso, igual lo prohibió y dio por terminada la industria del cáñamo en Argentina. Esas semillas de ese momento, que ya estaban adaptadas al suelo argentino, lastimosamente se perdieron. Y si no se perdieron, bueno, están escondidas o alguien las siguió cultivando completamente en la clandestinidad o vaya a saber en dónde. No sé si en realidad están. Una lástima, porque como te digo, eran semillas que ya estaban adaptadas al suelo argentino.
-Con la puesta en funcionamiento de la Ariccame se abre un abanico de posibilidades económicas. ¿Cómo se insertan los pequeños productores y las cooperativas en este entramado?
Pues ese es el desafío que tenemos ahora en Argentina, que podamos hacer una regulación tomando en cuenta la realidad de nuestro país, de ¿a quién le vamos a permitir cultivar cáñamo? ¿A quién vamos a permitir transformarlo, transportarlo, industrializarlo? Que se requiere de dinero, sin duda, para esta y cualquier otra cosa, entonces ahí es muy importante el acompañamiento de los entes del Estado que también intervienen para otros cultivos; hablo del INTI, del INTA, del INASI, del SENASA. Porque si no, no va a quedar lugar para las cooperativas o los pequeños productores, a menos que se unan a otras cooperativas de otra parte de la cadena, que se arme un entramado en esta cadena de valor para que sea más eficiente. Ese es el desafío que tenemos ahora.
Y después ver la heterogeneidad de Argentina, el federalismo, analizar las verdaderas posibilidades del desarrollo de las economías regionales, teniendo en cuenta lo que ya existe en el interior del país. O sea, pensar en los recursos que tenemos y la mejor forma de llevarlos a la práctica, para que realmente sean una oportunidad de crecimiento, de trabajo, de desarrollo. Lo que decía Belgrano hace 200 años.
El intendente de Castelli, Francischo Echarren, fue nombrado al frente de la Ariccame.
-¿Cuál es la expectativa ante la puesta en funcionamiento de la Ariccame?
Lo primero es que, bueno, les deseo lo mejor en esto que se viene, por ellos y por todos. Segundo, que ojalá entiendan que, si bien son cargos, es una agencia política y tienen que cumplir con el sistema internacional y también con el sistema interno. Entonces, espero que estén a la altura de todo esto que se viene.
Que esperamos que haya un diálogo fluido con los diferentes actores del activismo cannábico, que se lo han ganado porque han sido quienes han cumplido el rol del Estado muchas veces, y esto lo digo con la resolución de la Asamblea de la ONU del año pasado, de cambiar el enfoque de la política de drogas, de uno punitivista o criminalizador, a uno de derechos humanos y de sostenibilidad.
Entonces, que se tengan en cuenta que el tema de cannabis es muy complejo y en Argentina tiene mucha tradición, y que hay personas, sea naturales, asociaciones civiles, incluso empresarios y gente de la academia, ya trabajando, dispuestos a colaborar y ayudar a pensar cuál sería el mejor camino de prosperidad, contemplando en el interés general.
En ese sentido, lo que yo veo a futuro es que si América Latina forma un bloque regional en el cual dice: “nosotros, por nuestra historia, por nuestro contexto, por lo que también hemos padecido con la guerra contra las drogas, decidimos plantarnos de esa manera y lo puede hacer”.