Crimen del colectivero y agresión al Ministro Berni: La violencia como consecuencia del deterioro y la desorganización social
Argentina vive en un estado anómico desde hace años, tanto desde lo macro hasta lo micro. Se desconoce el rumbo del país, el proyecto económico, el proyecto educativo, el proyecto social y el proyecto jurídico. No hay norte, ni planificación, ni objetivos ni fundamentos. En medio, Cambalache: "Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor. Ignorante, sabio o chorro, pretencioso estafador". A esto se le ha sumado el desapego total de la clase dirigente con los estructurales problemas de los ciudadanos, generando un combo explosivo para la atomización de la comunidad y el desarrollo inexorable de la violencia.
Por Federico de Marco
Este lunes se vivió un episodio sin precedentes en General Paz y Ruta 3: Un Ministro de Seguridad bonaerense fue salvajemente agredido en patota tras el asesinato de un chofer de colectivos. Sin embargo, el episodio, si bien fue disruptivo, no llamó la atención de los argentinos en tanto excepcionalidad, ya que el país se ha ido acostumbrando a que pueda suceder cualquier cosa y todo siga como si nada.
Recordemos que meses atrás, como en un hecho que sólo parecía darse en otras latitudes o en las películas de acción, gatillaron sobre la cabeza de la ex Jefa de Estado y actual Vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Más allá de las causas puntuales del suceso de este lunes, donde el propio Sergio Berni complejizó la situación denunciando que no se trató simplemente de un ataque de choferes indignados por el crimen de un compañero, sino que la agresión que sufrió estuvo atravesada por internas sindicales y activismo político, lo cierto es que el desorden social -que es cada vez mayor- es consecuencia del desorden dirigencial, de Estados que no conducen, ni gestionan, ni solucionan ningún tipo de problema real (no el de las agendas de moda) sobre las grandes mayorías.
"La política es una polea de transmisión de violencia a la sociedad", sentenció el propio Ministro bonaerense este lunes por la noche en declaraciones televisivas, apuntándole incluso a funcionarios de su propio signo político.
La percepción de la población de que todo da igual es un signo de nuestro tiempo, y ese apotegma resuena cada vez que se convierte en noticia un hecho insólito o cuando los gobernantes parecen estar viviendo en un universo radicalmente ajeno al de los ciudadanos de a pie. La irritación y el hartazgo nunca son indefinidos; siempre tienen un límite.
"En este país es más fácil salir a robar que a trabajar, porque salir a robar no tiene consecuencias", fue otra de las frases que dejó Berni, reforzando un credo muy arraigado en la sociedad, que considera que se perdió el norte hace rato en todas las áreas y, además, que la clase dirigente se burla de todos y cada uno al carecer de una brújula -aunque sea pequeña- de lo que acaece en los territorios, al menos para saber cómo comunicarse con los mismos.
Vale destacar que 6 de cada 10 niños son pobres en Argentina, pero para el Gobierno parece que lo importante es decirle "niñes" a esos niños.
En este marco, persiste la resignación, anclada en aquello de que la Argentina no tiene rumbo, ni económico, ni social, ni jurídico, ni educativo, ni de ningún orden. La desorganización de la vidad y la desesperanza no conducen a buen puerto. Si bien nunca es tarde para intentar revertir panoramas, la calidad de la dirigencia en su conjunto no brinda muchas opciones al optimismo.
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