La conmovedora historia de Gustavo Marín, el médico con COVID-19 que fue dado de alta y temió haber contagiado a sus pacientes en tres ciudades
Fue enfermero desde los 17 años y médico a los 23. Ingresó a la Facultad durante la dictadura. Es hijo de un ex empleado de Somisa que tras resistirse a la privatización en tiempos de Menem salvó del corralito su dinero. Su familia se acostumbró a la adrenalina de la ambulancia y las emergencias constantes hasta que su propensión a la obesidad lo obligó a escuchar la señal de alarma que le daba su propio cuerpo. Pertenece al "grupo de riesgo" y cuando lo internaron pensó que no regresaría a su casa. "Los médicos convivimos con la vida y con la muerte todos los días, no sabemos cuandos nos toca, pero saber que podría haber contagiado a alguien era mi única preocupación", dijo. La emoción de los aplausos y vivas del personal de la clínica cuando su silla de ruedas lo llevó a la parte trasera del mismo vehículo en el que le salvó la vida a muchos pacientes.
Gustavo Marín es médico y tiene 57 años, tuvo coronavirus y le dieron el alta este pasado viernes 29 de mayo de un sanatorio privado al que ingresó por precaución el pasado 18, menos de una semana después de confirmar que se contagió. Trabaja en tres ciudades, Baradero, hace guardias en La Emilia (San Nicolás) y atiende a domicilio en San Pedro. Su contagio despertó una gran preocupación ante la gran cantidad de contactos que tuvo aunque afortunadamente no se lo pasó a ninguno.
Es oriundo de San Nicolás, aunque vivió en otros lugares. "Volví a San Nicolás, a los 11 hice el Colegio Nacional, el secundario, y cuando hice quinto año, fui al curso de auxiliar de enfermería con 17 años, porque quería ver si me gustaba la carrera de medicina", relató. "Eran tiempos muy difíciles había examen de ingreso y entraban solo 200, época de dictadura, en 1981, pero el curso de enfermería me sirvió para trabajar durante toda la carrera", contó.
"A los 21 me casé, a los 23 fui papá por primera vez. Eran otros tiempos yo estuve 23 años casado, tengo dos hijos maravillosos. Y bueno, las vueltas de la vida, esta profesión que te va quitando todo, a veces la salud y la familia ni hablar", añadió. Se recibió con 34 años e hizo toda la carrera "con dos laburos". "Fui enfermero - recordó - en todos los lugares en los que se podía pasar. Y por eso a partir del momento en que me recibí tenía la experiencia de haber trabajado con muchos pacientes y además ya el título".
Eligió especializarse en medicina de emergencia y trabajó en ambulancias: "Yo hice medicina de emergencia por todos los años que tenía arriba de la ambulancia. Y hace unos años, pasados los 40 y algo, dije 'bueno en algún momento me voy a tener que bajar de la ambulancia'. Llevaba 23 años en el Centro de Emergencias Médicas (CEM), es una experiencia única, fue mi primer trabajo en la zona. Hice todo lo que se te pueda ocurrir".
Y rememoró: "En mis épocas de enfermero estuve en una empresa de emergencias médicas en Rosario y eso sí que era adrenalina pura. Un día tuvimos un accidente, rompí el parabrisas con la cabeza. Uno era más joven y trabajar en la ambulancia era hermoso. El chico que manejaba se estaba por recibir de médico, fue el obstetra de mi hijo menor".
Entre risas recordó que hace alrededor de siete años atrás sufría de obesidad, fue a un accidente y cuando intentó rescatar a la persona del vehículo, quedó prácticamente atrapado. Más allá de que su carisma le permite recordarlo tan solo como un hecho anecdótico, fue decisivo en su vida: Luego de ese imprevisto, decidió realizarse una operación para bajar de peso y consiguió adelgazar más de 40 kilos, lo que le permitió poder seguir trabajando de lo que amaba y en buenas condiciones.
Pero entre otras, también vivió épocas dificiles en cuanto a lo económico, su infancia y el esfuerzo de su padre por sacar adelante a la familia. "Tenía tres guardias seguidas en Baradero en una época en la que yo llegué con un agujero en cada zapato, agarraba las historias clínicas que no servían más y armaba una parte para mis zapatos para no humedecerme. Yo siempre lo digo, vengo de muy de abajo, vengo de viejos laburantes"
Su padre fue empleado de la Sociedad Mixta Siderúrgica Argentina (Somisa), privatizada en la década del 90, en el gobierno de Carlos Menem. "Estaba en mantenimiento de chapa en frio. Porfiado, no quiso hacer el retiro voluntario. Llegó a jubilarse y le dieron acciones", rememoró, dinero que puso en el banco. "Mi mamá - continuó - estaba en el banco para renovar el plazo fijo y viene un primo de mi viejo que trabajaba ahí, y le dijo 'no, sacá todo'. Y cuatro meses después fue el corralito y gracias a dios mi viejo usó esa plata para renovar toda la casa, para cuando volvimos de Buenos Aires". El 25 de julio del año pasado falleció y antes, el 6 de julio, su madre. "El viejo no aguantó solo estar sin ella", lamentó.
Con la voz quebrantada por tantos recuerdos emotivos, añadió: "Todos tenemos nuestra historia. Yo te digo realmente jamás me gustó esto de estar en las cámaras, gracias a dios nunca tuve que dar notas por ser jefe, porque no me gusta. Pero esto es diferente, hoy soy la persona destacada por una enfermedad, pero yo se que esto pasa, son 10, 15 días y si dios quiere y me mejoro, voy a volver a trabajar, y se van a olvidar del Covid-19 positivo".
Según Marín, el momento en que se enteró de que era Covid-19 positivo fue muy difícil, para él, para su familia y para los pacientes: "Estos días que estuve en la clínica estuve pensando, y todos los pacientes con los que estuve en contacto, ninguno salió infectado ni yo infecté a nadie porque fue lo más terrible que me hubiera pasado", manifestó.
"Era mi única preocupación, los médicos convivimos con la vida y con la muerte no sabemos cuando nos toca pero saber que podría haber contagiado a mis viejos, pacientes o algunos de los chicos que son muy débiles que tengo en internación, era lo más terrible. Hasta que me contaron 'dieron los 22 negativos y los de los familiares también', me volvió el alma al cuerpo. Uno vive una vida difícil sabemos que estamos propensos a cualquier infección, yo he tenido compañeros que se han contagiado, uno de HIV y de Hepatitis B, y miles de enfermedades a las que estamos expuestos. Pero yo no soy culpable de haberme infectado porque el poco tiempo de descanso que tengo lo paso en casa con mi familia, no voy a bares, ni fiestas, ni café, ni nada de eso, no me gusta, no es la vida que hice nunca, ni la voy a hacer", narró.
Y agregó: "Lo que sentí los primeros días fue nada, el día que empecé con los síntomas estaba en el 107 en la Emilia (San Nicolás) y tuve frio a la noche. Pero como yo usaba una sábana sola dije 'capaz se enfrió la habitación'. Me levanté con una tosecita muy leve y tenía 37.3 de temperatura. Cuando toma la guardia el otro chico que estaba conmigo, me controló, me miró y me dijo 'Gustavo: vamos al (hospital) San Felipe'. Llamó a nuestra jefa, se activó el protocolo y se me hizo el hisopado".
"Desde un primer momento pense que sí, que la tenía. Ya no me importaba mi vida no me importaba nada, yo lo único que quería es que nadie se hubiera contagiado", expresó.
A los cinco días de haberse confirmado de que estaba infectado, Marín fue trasladado en una ambulancia al centro de salud donde se lo internó de manera preventiva por un cuadro febril para realizarle diferentes estudios, seguir de cerca su evolución y evitar complicaciones. Así relata cómo fueron los días previos en su domicilio: "El fin de semana me empezó a subir la temperatura y me comuniqué con una infectóloga amiga y me confirmó lo que se venía, porque si sube la temperatura y empezás a saturar mal (caída de oxígeno en sangre) entre el quinto y sexto día, es un signo de mal pronóstico, sumado a la placa que tenía".
"Desde un primer momento no quería que se acercara nadie por cuidados, gracias a Dios a mi mujer se le hizo el hisopado, dio negativo, que es otro milagro que uno no lo puede creer, entonces ya ahí estabamos más tranquilos. Yo ya estaba jugado", dijo.
Es así que empezó a sentir más decaimiento con temperatura de 38.5. "Cuando me hicieron la tomografía con toda la protección habida y por haber, cuando la máquina me decía respire hondo, casi no me entraba el aire y sentía un dolor muy fuerte en el pecho, como un puñal", recordó.
"En esto te puedo asegurar que hasta yo me sorprendo, porque me convertí en Gustavo Marin no en el Dr. Marín, dejas a un lado los titulos y a ponerse en manos de los profesionales que se encargan de lo tuyo", refirió. "A mi me ayudaba - añadió - el saber, es decir, por un lado te mata tener idea lo que provoca esto porque lees desde el primer día que apareció. Pero una cosa es saberlo y otra es vivirlo, estar de los dos lados es muy difícil. A mi desde un primer momento me brindaron apoyo psicológico, pero no acepté, dije que lo único que necesito es estar acá. Fui madurando la enfermedad, ya la peor parte había pasado y era saber que mis pacientes no estaban infectados y eso generó un cambio importante en mi forma de pensar, después lo que me pasara a mi ya era anecdótico".
Además Marín aseguró: "No me creo un héroe, pero es muy difícil llevar sobre la conciencia el haber contagiado a una persona, y se que mucha gente desde la ignorancia ha hablado pero son cosas de la vida".
"Día a día estamos aprendiendo, la gente se queja de la cuarentena pero tenemos 60 días de ventaja. Yo cuando me fui de casa con el bolso esperando que llegara la ambulancia, yo te juro que dije 'bueno no volvés nunca más', por la edad sabía que iba a una neumonía bilateral y fue bravo. El otro día cuando empecé a mejorar, la jefa de terapia me dijo 'Gustavo es muy difícil, me avisaron que venías, que tenía que preparar todo, iba a ser la encargada de entubarte imagínate' y me pongo en lugar de ellos y me saco el sombrero, porque tuve una atención de lujo", resaltó agradecido a todo el personal de la Clínica en la que permaneció internado y a sus pacientes por enviarle buenas energías. Finalizó aclarando que su único deseo es poder volver a su lugar de trabajo y seguir apostando a lo que considera el pilar de su vida: La medicina.
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